martes, 27 de junio de 2017

Todo ha ardido


Todo ha ardido, abuela.
Las playas.
Los pinos.
Las tablas de madera que te acercaban al mar.
Todo ha ardido.
Cuánto hubieras sufrido de haberlo visto.
Cuánto.

La cuesta Maneli ha sido arrasada por las llamas.
Hectáreas de vida han quedado calcinadas.
Los linces ibéricos temblaban.
Los vecinos lloraban.
De eso ya queda solo el recuerdo 
y el lamentable escenario cenizo.

En mi mente, esta metafórica idea de la extinción,
me recuerda a la simple y llana
supervivencia que experimento
desde que te fuiste.

Lejos del drama o del derrumbe,
de la derrota o la caída sin salida,
en mi corazón habita el vacío.
Y el dolor se acumula como pasto en el incendio.
La incomprensión, la desidia
llegaron y ahora todo importa menos.

Ahora relativizo la vida
y desde la desazón no le pido mucho.
Pero hay aires que llevan tu aroma
y rosas con el tacto de tus manos.

Abuela, pero ni tú ni el paisaje estais extintos.
El alma sigue latiendo en la tierra.
Las campanas anuncian tu llegada
vestida de domingo.

Qué poco me importa el mundo,
qué pena, 
qué poco valor mi vida,
ahora que te fuiste.

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