“Ll(ámame)”, me dijo.
Y por no entender el mensaje, quedé impasible.
Quieta, como un banco.
A la espera de una primavera más clara,
de un otoño menos confuso y evasivo.
“M(átame)”, me susurró.
Y entendiendo, ahora sí,
el tono trágico de su pavor,
lo até a mi piel.
Y morimos los dos.
Y por no entender el mensaje, quedé impasible.
Quieta, como un banco.
A la espera de una primavera más clara,
de un otoño menos confuso y evasivo.
“M(átame)”, me susurró.
Y entendiendo, ahora sí,
el tono trágico de su pavor,
lo até a mi piel.
Y morimos los dos.