"Las horas pasaban veloces, como si mi mente estuviera obsesionada con desentenderse del
tiempo.
El aire, que ya no era aire, era fuego que quemaba cada milímetro de mi cuerpo. Y la pesadez
sobre mis hombros me hacía retroceder en el camino que decidí seguir..."
Interrumpió su canción y se incorporó repentinamente. Poco a poco, apoyó sus piernas sobre la
alfombra que tenía junto a su cama. Todo estaba mangas por hombro: las camisetas tiradas por el
suelo, el maquillaje extendido sobre la mesa, sus apuntes desordenados. Como su vida.
Suspiró y se puso en pie, sin saber muy bien hacia adónde iba. Se vistió de chandal, se calzó sus
zapatos de deporte y echó a correr. No había rutas predeterminadas, no había manillas de un reloj
que marcaran su paso. Y se perdió en el viento, se perdió entre los árboles de aquel frondoso
bosque, y se sintió ella misma como nunca. Libre, fugaz. Como una estrella.
Y entre tanto alboroto, abandonada de la tierra e inmersa en su estado de euforia, cayó. Las
piedras chocaron como cristales contra sus rodillas, su respiración se entrecortó y las lágrimas
llamaron a la puerta de sus ojos. Pero no la abrió.
Se levantó, miró los raspones rojizos en su cuerpo y sonrió. Sus señales de guerra, sus imperfecciones
aferradas al loco transcurso de su vivir. Así era ella. Rebelde, decidida. Y se automedicaba a
sorbos de aire, cortos, sutiles, delicados, con la fuerza justa de quien da su último aliento.
"Ahora me voy para casa... seguro que habrá alguien esperándome."
Se paró en seco y meditó el camino que debía seguir. El camino que puso patas arriba sus
estructuras vitales, el que intentó desintegrar su energía y convertirla en polvo. Pero no se lo
permitió a sí misma. Así que empezó a desandar lo corrido y se volvió a perder en el aire, que ya se había vuelto más
oscuro, y entre canciones cantadas a duras penas, llegó a casa.
-¿Quién es?