viernes, 6 de marzo de 2015

Echar a correr



"Las horas pasaban veloces, como si mi mente estuviera obsesionada con desentenderse del tiempo.
El aire, que ya no era aire, era fuego que quemaba cada milímetro de mi cuerpo. Y la pesadez sobre mis hombros me hacía retroceder en el camino que decidí seguir..."


Interrumpió su canción y se incorporó repentinamente. Poco a poco, apoyó sus piernas sobre la alfombra que tenía junto a su cama. Todo estaba mangas por hombro: las camisetas tiradas por el suelo, el maquillaje extendido sobre la mesa, sus apuntes desordenados. Como su vida. 


Suspiró y se puso en pie, sin saber muy bien hacia adónde iba. Se vistió de chandal, se calzó sus zapatos de deporte y echó a correr. No había rutas predeterminadas, no había manillas de un reloj que marcaran su paso. Y se perdió en el viento, se perdió entre los árboles de aquel frondoso bosque, y se sintió ella misma como nunca. Libre, fugaz. Como una estrella. 


Y entre tanto alboroto, abandonada de la tierra e inmersa en su estado de euforia, cayó. Las piedras chocaron como cristales contra sus rodillas, su respiración se entrecortó y las lágrimas llamaron a la puerta de sus ojos. Pero no la abrió. 


Se levantó, miró los raspones rojizos en su cuerpo y sonrió. Sus señales de guerra, sus imperfecciones aferradas al loco transcurso de su vivir. Así era ella. Rebelde, decidida. Y se automedicaba a sorbos de aire, cortos, sutiles, delicados, con la fuerza justa de quien da su último aliento. 


"Ahora me voy para casa... seguro que habrá alguien esperándome." 


Se paró en seco y meditó el camino que debía seguir. El camino que puso patas arriba sus estructuras vitales, el que intentó desintegrar su energía y convertirla en polvo. Pero no se lo permitió a sí misma. Así que empezó a desandar lo corrido y se volvió a perder en el aire, que ya se había vuelto más oscuro, y entre canciones cantadas a duras penas, llegó a casa. 


-¿Quién es?

- Soy yo. He vuelto para quedarme.