jueves, 20 de noviembre de 2014

El precio del silencio

Y al final, esos son los recuerdos que quedan de una persona cuando se marcha para siempre del mundo. Recuerdo que cogió mis pequeños dedos cuando era tan solo una niña y me enseñó a interpretar las horas en las agujas del reloj, que reía con mis travesuras y se alegraba con mi presencia. Que le llenaba de vida. Y ahora ya no está, y lo peor es que nunca pude decirle lo mucho que me acordaba de aquellos años felices.

Y lo mucho que los echaba de menos.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Una mota de polvo

En las tardes de domingo, se siente incomprendida y sola. Se tumba en la cama y cierra los ojos. En su gesto, se refleja la impotencia. Entonces, recurre a la única terapia posible.

Enciende su minicadena y, con cuidado, pone el CD de su cantante favorita. Y se pierde entre melodías, en una voz que la abraza y que promete estar ahí siempre que lo necesite. Nunca nadie fue capaz de saber qué era lo que pasaba por su mente. Ni ella misma. "A lo mejor no soy tan rara y es el mundo el que lo es", pensaba.

Y, sin embargo, esas canciones relataban paso a paso las diversas historias de su vida... y conseguían que ya no se sintiera ni tan rara ni tan culpable de ser quien era. Había alguien que era capaz de descifrar el código secreto de sus pensamientos.

"Ningún sitio en particular adonde ir...", tarareaba ella, mientras la piel se le erizaba con cada nota. Y se sentía excitada al comprobar que era un minúsculo ser perteneciente a toda la inmensidad del universo.

Una mota de polvo invisible, una huella en la playa que el viento un día quizás borrará. Una hoja que cae del árbol más alto y frondoso. Una gota de lluvia que cae en el océano y bucea hasta la orilla. Así se consolaba. Sintiéndose una pequeña parte de esa maravillosa casualidad que era la vida. Exponiendo su rostro al sol para recibir la caricia de aquellos incesantes rayos que le permitían dar luz y energía a quien más lo necesitara.

Ese sería su papel.

Y el resto, poco importa.

viernes, 28 de marzo de 2014

FLASHBACK

Hoy es uno de esos días en los que pierdo la concentración rememorando los constantes cambios que ha estado sufriendo mi vida en tan poco tiempo. Como si de un flashback se tratase, mi mente comienza a mezclar momentos y sensaciones muy dispares, y me empiezo a marear. Del vértigo. Porque tengo la sensación de estar en la primera fila de una montaña rusa muy peligrosa y veloz. Y sin cinturón.

Así describiría yo la vida. Nos dan un cuaderno en blanco, una pluma y, hala, ponte a escribir. Por eso a veces somos incapaces de dar un paso en falso, porque sabemos que la tinta nunca podrá borrarse. Como mucho puede diluirse en lágrimas, difuminadas, al óleo. Pero ahí estará, como el recordatorio incesante de tu dolor.


Puedes tomártelo así. Como el ser vulnerable que somos, a los pies del mundo, desnudos ante la incertidumbre y la desazón. Incapaces de controlar nuestros propios movimientos, mecanizados ya de por sí.

O puedes sentirte como un pájaro y volar. Y volar lejos, atreverte a mirar desde las alturas. Sin miedos. Porque, en realidad, no hay nada que perder.  No mientras tengamos alas.


Porque, para bien o para mal, sabemos cómo funciona esto, por lo que no hay más placer que asumirlo cuanto antes y comenzar a vivir a nuestra manera. Como debe ser.