Dicen
que tiempos pasados siempre fueron mejores. Puede ser cierto. Pero perdemos
tanto tiempo pensando en el pasado y en el qué vendrá que casi nos olvidamos de
lo que está ocurriendo justo ahora. Nos olvidamos de que este preciso instante
también formará parte de nuestra historia y que nunca, nunca más, volverá a
repetirse. Nos olvidamos de que hay que abrazar, besar, escuchar, añorar y
sentir a la gente que nos rodea para impregnar su recuerdo en nuestra piel. Para crecer nosotros mismos con su presencia. Y no resulta fácil. Estamos tan
acostumbrados a un mundo de traición y ambición que difícilmente damos algo sin
esperar recibir nada a cambio. Y justo eso es lo que nos lleva día a
día a la cobardía, a la soledad y a la indecisión.
Yo, por ahora, quiero dejar de ser yo para convertirme en OTROS, para meterme en otro cuerpo y sentir desde su perspectiva, y escuchar, y añorar, y besar, y abrazar. Para dejar de creer que una única decisión es la válida, y abrir mis ojos para admirar el abanico de posibilidades que ofrece la vida. Para admirar la vida. Esa vida a la que ya no le hago más preguntas, porque es ella quien dictamina y es ella misma quien se encarga de responderme. Incluso cuando estoy en silencio.
Bienvenidos al color de la primavera. Bienvenidos a otra piel.
Yo, por ahora, quiero dejar de ser yo para convertirme en OTROS, para meterme en otro cuerpo y sentir desde su perspectiva, y escuchar, y añorar, y besar, y abrazar. Para dejar de creer que una única decisión es la válida, y abrir mis ojos para admirar el abanico de posibilidades que ofrece la vida. Para admirar la vida. Esa vida a la que ya no le hago más preguntas, porque es ella quien dictamina y es ella misma quien se encarga de responderme. Incluso cuando estoy en silencio.
Bienvenidos al color de la primavera. Bienvenidos a otra piel.